miércoles, 2 de diciembre de 2009

ABRIL, EL MES DE LA SEGUNDA REPÚBLICA

Aunque aún queda lejos, quiero comenzar este blog con unas pequeñas anotaciones sobre un período de la Historia de España que expresa bastante bien el dicho popular de "lo que pudo ser y no fue". Me refiero a la Segunda República española que, normalmente, suele coincidir en el tiempo escolar con la impartición del tema a mis alumnos de Bachillerato, lo que, en ciertos aspectos, me vuelve algo melancólico pero también me incentiva a trabajar con más interés el asunto para proporcionarles una visión lo más amplia y completa que me sea posible.

Pretendo siempre dar mis clases con la máxima objetividad posible pero en este tema me cuesta mucho más que en otros caso. Por muchos años que lo siga preparando o por más libros y artículos que pueda leer, nunca creo que llegaré a aceptar lo que considero, posiblemente junto a las Cortes de Cádiz, el mayor fracaso histórico de nuestro país y la razón de algunos de los males que padecemos hoy en día.

Es cierto que he pasado la mayor parte de mi vida en democracia, lo cuál es de agradecer si pienso en lo que tuvieron que vivir algunos de nuestros padres o abuelos, pero sigo siendo deudor de aquel espíritu de reforma que movió a muchos de los protagonistas de los agitados días de la década treintañera del pasado siglo.

Porque eso es lo que les movió: transformar en un país moderno aquellas tierras sometidas por los caciques, los curas o los espadones. Ya sé que todo esto no es políticamente muy correcto en la actualidad ,cuando se buscan consensos y el adormecimiento de espíritus y conciencias. Pero de alguna forma quiero contribuir a que, cada curso, una generación de alumnos de la villa en la que está el centro educativo en el que trabajo pueda saber algo más de aquel período de nuestra Historia, porque me temo que no van a encontrar a mucha gente que se lo enseñe.

No sé si el objetivo es de pequeñas miras o peca de grandilocuencia, pero al menos a mí me sirve para seguir entusiasmado por el oficio de enseñar. No quiero sólo transmitir contenidos para que se queden en el rincón de un armario o vayan al final del curso a los contenedores del reciclaje del papel. Me gustaría que mis clases también sirvieran para despertar intereses y mover conciencias, aunque fuera para que me respondieran con argumentos contrarios a los míos.


Y así llego a esos días de abril, con ilusión y con temor a la respuesta que encuentre. A veces sale bien y otras peor, pero cada año vuelvo al tajo con las mismas o más ilusiones, revisando errores que cometí o repitiendo aciertos que intuyo descubrí. Pero la Segunda República, invariablemente, vuelve, siempre, cada mes de abril.

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Profesor de Historia en un Instituto de Cantabria.

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