sábado, 19 de diciembre de 2009

¿Hacia dónde va la educación en Cantabria?

No es mi intención pontificar sobre la educación y la enseñanza sino simplemente aportar mis reflexiones sobre estas cuestiones a partir de mi experiencia docente. Venimos hablando varios compañeros, también preocupados por el asunto, sobre los niveles educativos de nuestro alumnado en las más diversas materias. Lo primero es que somos ajenos a esas "pruebas de diagnóstico" que intentan meter con calzador nuestras administraciones educativas, como si un ejercicio de un día pudiera servir para "diagnosticar" una situación. Ya, de entrada, hablar de diagnósticos me remite a la medicina y me empuja a pensar que, realmente, esas administraciones educativas nos consideran enfermos o pacientes, que no sé muy bien que es peor, si tener alguna afección que puede llegar a ser curada o ser sujetos pacientes de ocurrencias pseudo pedagógicas.
Pero volviendo a la cuestión planteada al inicio de este post, la reflexión viene a cuento de negar validez real a esas pruebas, independientemente de sus resultados, sean positivos o negativos. No creo estar mirándome el ombligo si defiendo que el verdadero nivel educativo se mide en el día a día de las clases. Y es ahí donde va mi aportación personal en función de lo que veo en las clases que imparto. Mi conclusión es que cada vez facilitamos más la tarea del estudiante y, paradójicamente, cada vez se obtienen peores resultados. La comparación entre pruebas realizadas hace tres o cuatro cursos y las actuales, que he venido realizando en este primer trimestre, me lleva a conclusiones realmente desoladoras: los ejercicios son cada vez más fáciles, el esfuerzo pedagógico por presentar los contenidos es cada vez mayor y estos contenidos son cada vez más básicos. A pesar de todo, los resultados son peores. ¿Qué está fallando? Aquí hay pocos elementos que puedan ponerse en cuestión: o somos los profesores, o son los alumnos, o es el método, o es el "entorno social" (cajón de sastre éste en el que cabe de todo: familia, administración educativa, amistades, posibilidades socio-profesionales,...). Quizás pueda ser un poco de todo, o alguno tendrá ya una elección más cierta. En próximos posts os iré avanzando mis teorías sobre estas cuestiones.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Viento sur fuerza 3 en la educación en Cantabria

Soplan vientos fuertes y de componente sur, los más temidos en Cantabria (incendio de Santander en 1941), para la educación en nuestra región. Después de varios años (cerca ya de la veintena) en el oficio de enseñante  pocas veces me había encontrado tan desilusionado por las perspectivas no ya de la profesión si no, sobre todo, del futuro inmediato de la materia con la que trabajamos, nuestros alumnos. Quizás sea que me hago mayor, pero vengo apreciando una creciente desidia en el alumnado que, en ocasiones, se extiende al propio cuerpo docente, lo cuál me parece todavía más grave. Estamos desbordados de burocracia y de papeleo administrativo mientras que el trabajo en el aula parece que pasó a un segundo o tercer plano. ¿De verdad tenemos que poner la mayor parte de nuestro esfuerzo en cumplimentar informes, rellenar instancias o formularios y registrar hasta el mínimo detalle las incidencias cotidianas en las clases? Yo planteo: vale que yo anote la falta de asistencia de un alumno y que a través de "la incomparable y nunca suficientemente bien ponderada Plataforma Yedra", los padres del citado alumno sepan, casi en tiempo real, que su hijo ha venido a clase las dos primeras horas pero ha faltado la tercera, por poner un ejemplo. Pero la cuestión es: ¿van a hacer algo por evitar que eso vuelva a pasar? O, en otro sentido, ¿qué esquema familiar hay en casa que permite que eso pase? Más allá de los reproches puntuales que se puedan hacer a un ejemplo tomado al azar, con estas reflexiones quiero poner de manifiesto mis dudas sobre si estamos enfocando la educación hacia los centros de interés que realmente se demandan. Algunos en la calle Vargas parecen haber olvidado que esto no es un taller de montaje de piezas, que en esto se trabaja con personas (nosotros, los alumnos y sus familias), que nuestra finalidad es EDUCAR, no rellenar papeles, y que necesitamos todos los recursos posibles (y no me refiero, por supuesto, ni a los económicos ni a los materiales) para esa finalidad esencial. Por favor, un mensaje a nuestras jerarquía educativas: seguid pensando, pero pedid consejo y apoyo para discernir de verdad que es lo que se demanda en nuestro oficio. Ah, y una modesta recomendación: cuando vuestros trascendentales asuntos os dejen un poco de tiempo libre, pasad por algún aula de algún instituto de esta región, a ser posible, solos (es decir, sin la troupe de asesores que habitualmente os rodea) y sin avisar. Igual tenéis suerte y,!oh, milagro!, veís la realidad: alumnos de carne y hueso, no números.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

ABRIL, EL MES DE LA SEGUNDA REPÚBLICA

Aunque aún queda lejos, quiero comenzar este blog con unas pequeñas anotaciones sobre un período de la Historia de España que expresa bastante bien el dicho popular de "lo que pudo ser y no fue". Me refiero a la Segunda República española que, normalmente, suele coincidir en el tiempo escolar con la impartición del tema a mis alumnos de Bachillerato, lo que, en ciertos aspectos, me vuelve algo melancólico pero también me incentiva a trabajar con más interés el asunto para proporcionarles una visión lo más amplia y completa que me sea posible.

Pretendo siempre dar mis clases con la máxima objetividad posible pero en este tema me cuesta mucho más que en otros caso. Por muchos años que lo siga preparando o por más libros y artículos que pueda leer, nunca creo que llegaré a aceptar lo que considero, posiblemente junto a las Cortes de Cádiz, el mayor fracaso histórico de nuestro país y la razón de algunos de los males que padecemos hoy en día.

Es cierto que he pasado la mayor parte de mi vida en democracia, lo cuál es de agradecer si pienso en lo que tuvieron que vivir algunos de nuestros padres o abuelos, pero sigo siendo deudor de aquel espíritu de reforma que movió a muchos de los protagonistas de los agitados días de la década treintañera del pasado siglo.

Porque eso es lo que les movió: transformar en un país moderno aquellas tierras sometidas por los caciques, los curas o los espadones. Ya sé que todo esto no es políticamente muy correcto en la actualidad ,cuando se buscan consensos y el adormecimiento de espíritus y conciencias. Pero de alguna forma quiero contribuir a que, cada curso, una generación de alumnos de la villa en la que está el centro educativo en el que trabajo pueda saber algo más de aquel período de nuestra Historia, porque me temo que no van a encontrar a mucha gente que se lo enseñe.

No sé si el objetivo es de pequeñas miras o peca de grandilocuencia, pero al menos a mí me sirve para seguir entusiasmado por el oficio de enseñar. No quiero sólo transmitir contenidos para que se queden en el rincón de un armario o vayan al final del curso a los contenedores del reciclaje del papel. Me gustaría que mis clases también sirvieran para despertar intereses y mover conciencias, aunque fuera para que me respondieran con argumentos contrarios a los míos.


Y así llego a esos días de abril, con ilusión y con temor a la respuesta que encuentre. A veces sale bien y otras peor, pero cada año vuelvo al tajo con las mismas o más ilusiones, revisando errores que cometí o repitiendo aciertos que intuyo descubrí. Pero la Segunda República, invariablemente, vuelve, siempre, cada mes de abril.

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Profesor de Historia en un Instituto de Cantabria.

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